Café 26. Dark Souls es una Big4
Hace unos meses me compré un ordenador nuevo. Después de muchos años sufriendo las apetencias de mi antiguo portátil al que le daba por reiniciarse sin previo aviso en los momentos siempre más inoportunos, encontré un nuevo ordenador (en oferta, por supuesto) que no tardé en agregar al carrito temiendo que el típico mensaje engañabobos que reza que hay 50 usuarios viendo la misma página que tú en este momento fuese ahora cierto. Mi intención era tener un aparato funcional para el día a día que no se tirase media hora para abrir un archivo Excel, ni se quedase ‘colgado’ a la primera de cambio. Para mi sorpresa, resultó que el portátil contaba con una más que decente tarjeta gráfica (según mi amigo Vicente de
) que, por lo visto, me permitía jugar a muchos juegos que no había tenido la oportunidad de disfrutar antes. Así que, como los caminos del señor son inescrutables, en poco tiempo me hice con un mando y me descargué el ‘Dark Souls,’ videojuego al que le tenía muchas ganas debido a su famosa elevada dificultad. Y sí, es difícil de cojones.Jugar al ‘Dark Souls’ es como uno de esos días en los que estás tapado con una manta en el sofá de tu casa a punto de ver una película y algún amigo te lía para salir en el último momento: te arrepientes, estás perdido y solo quieres escapar de ahí y volver a tu casa, dónde todo era paz y películas facilonas de Netflix. Si eres nuevo (como yo) en videojuegos de este estilo, el juego se ceba contigo. Literalmente te hace bullying. ¿Recordáis un programa que hacían en LA SEXTA que se llamaba ‘1000 Maneras de Morir’? pues eso exactamente es el Dark Souls. En mi caso llegué al juego con el mindset de que era muy habitual morir todo el rato por cualquier tontería y que, incluso los enemigos más débiles, podían matarte en cualquier momento si te confiabas. Pero la realidad superó con creces cualquier expectativa. Es realmente gracioso (no lo es) que cuando mueres se te superpone un letrero negro con letras rojas en el que pone «HAS MUERTO», como si realmente el videojuego me lo tuviese que confirmar después de haberme caído al vacío en el mismo sitio por octava vez.
Como decía, durante los diez primeros minutos de gameplay el videojuego abusa de ti. Pretende dejarte claro que esto no va a ser fácil y que vas a tener que poner de toda tu atención y tu esfuerzo si no quieres que el maldito letrero te esté saltando cada medio minuto. O aprendes de tus errores o estás condenado a fracasar. De nada sirve volver a hacer lo mismo todo el rato hasta que por arte de magia consigas eliminar a un enemigo o superar un obstáculo. Puede que en algún momento lo logres pero, a largo plazo, el juego te va a castigar por no saber adaptarte.
Luego está el tema de los jefes finales que, por si por algún casual llegas a alguno de ellos confiado creyendo que estás dominando por fin el videojuego, te ponen en tu sitio pero rápidamente. Los bosses de este juego con como esos reveses de la vida que te hacen poner los pies en el suelo, que parecen recordarte que tu realidad es la que es y que ajo y agua. Pero tranquilo, todo se puede superar (al menos en ‘Dark Souls’). Al final es cuestión de tiempo, paciencia y fracasar una y otra vez hasta que entiendes las mecánicas del jefe y, lo que al principio parecía imposible, ahora es un juego de niños. Te diré más, algunos jefes finales tienen truco y a pesar de su amenazador aspecto basta con saber dónde golpearles una única vez para derrotarlos. Mola pero no lo intentes con tu jefe, por favor.
No obstante, ‘Dark Souls’ es un juego justo. Recompensa tu esfuerzo, tiempo, habilidad y capacidad de mejora regalándote una EXPERIENCIA de juego inolvidable, además de un know how que de seguro te será muy útil a la hora de enfrentarte a los ahora paupérrimos desafíos de otros videojuegos. Casi como a cualquier buen becario, vaya. Aún así, recomendaría Dark Souls a cualquiera que busque un desafío real cuando quiera jugar a un videojuego. Por supuesto, volvería a jugarlo de nuevo por primera vez si tuviese la oportunidad. Ahora que me lo he pasado, que conozco todos los trucos y atajos, que se donde están las trampas y que he aprendido que es mejor huir de los enemigos que enfrentarlos, creo que ya no es tan divertido. A lo mejor lo sigue siendo, pero de otra forma.
Hernández - Café y Cultura