Café 28. 2008: certezas y problemas.
«No es lo que no sabes lo que te mete en problemas.
Es lo que sabes con certeza y no es así.»
Desde que volví a ver La Gran Apuesta hace unas semanas le he dado muchas vueltas a esta frase en mi cabeza. Dudo que Mark Twain estuviese pensando en burbujas inmobiliarias e hipotecas subprime por aquel entonces, pero creo que no existe un conjunto de palabras que puedan describir mejor lo que pasó en 2008.
La crisis económica y financiera de la que hace ya 15 años no es algo, ni mucho menos, sencillo de entender. La terminología tampoco ayuda. Parte del mecanismo bancario y financiero se nutre de soltar palabras complejas enlazadas en frases muy largas para que pienses que eres más tonto de lo que realmente eres y que después de diez minutos de verborrea pedante no te parezca tan mal lo de “déjanoslo, que ya nos encargamos nosotros”. Antes de que puedas decir “esta boca es mía” ya te la han metido doblada. De la misma forma que miles y miles de familias americanas fueron engañadas y manipuladas bajo la premisa de algo tan básico como la vivienda en los años que precedieron a la crisis.
Te cuento de forma muy resumida y con flechitas, para que lo entiendas en un santiamén, la secuencia que precedió al estallido de la burbuja inmobiliaria:
Vivienda sobrevalorada → tipos de interés bajísimos → familias endeudadas (acceso al crédito casi ilimitado) → aumenta el volumen de endeudamiento → bancos conceden hipotecas a todo dios (incluso a familias que no pueden pagar) → con los créditos hipotecarios de estas familias y de otras los bancos crean activos financieros tóxicos (CDO) y negocian con ellos (diversifican la mierda, la esconden debajo de la alfombra) → el riesgo crece → la probabilidad de impago crece → la liquidez disminuye → alarmismo entre inversores → desconfianza → se destapan activos tóxicos (los CDO) que no están respaldados por ningún aval → nadie garantiza el pago de las hipotecas → ESTALLA LA BURBUJA → CRISIS, CRISIS, CRISIS.
Esto, a grandes rasgos, es un poco lo que ocurrió. La idea no es que cierres el correo siendo Warren Buffet, más que nada porque tampoco entiendo ni te podría explicar mucho más de lo que ya te he dicho. Que decepción de economista, estarás pensando. Y, seguramente, estés en lo cierto. Economista malo, sí, pero sincero. No os imagináis cuántas crisis a lo largo de la historia se hubiesen evitado con un poco de sinceridad. Alguien que hubiese dicho: «si, la hemos jodido» en vez de dar rodeos y hacer declaraciones que no llevan a ningún lado adornando la filigrana con palabras vacías (y la mayoría de veces falsas) como “solvencia”, “estabilidad” y “recuperación”. Pero supongo que esto es un tercio español y aquí no se rinde ni dios y todo eso y lo que importa es mantener las formas, aunque te estés hundiendo con todo el equipo.
No obstante, hay veces que el discurso motivador en plan Aragorn frente a las puertas de Mordor sale bien y salvas la economía europea. Y si no, preguntadle al bueno de Mario Draghi que pasó cuando en 2012 dijo eso de que «el Banco Central Europeo está preparado para hacer todo lo que sea necesario para preservar el euro y, créanme, será suficiente». Pues eso, que la peña alucinó con la seguridad de Super Mario que recién empezaba su mandato como presidente del BCE y en plena crisis de la deuda soberana en Europa (no me pregunten lo que es) el temor al colapso total comenzó a aflojar. Y luego ya política regulatoria, compra de bonos y todos contentos.
Con tanta épica economista casi se me olvida lo más importante de hoy. Aprovechad para ver La Gran Apuesta, que cuenta de forma bastante apañada todo lo que pasó en los momentos previos al estallido de la crisis financiera y cómo fue posible que se llegase a esa situación. Además, Anthony Bourdain te explica lo que es un CDO. Todo muy ligero. Cortita y al pie. De la película me quedo con la frase con la que abría esta newsletter y con la reflexión final de Mark Baum (Steve Carell). Y es que la crisis de 2008, como la mayoría de crisis, la pagaron los pobres y las clases medias. Para los grandes bancos solo fue el final de su último gran truco. Pero la función no terminaba ahí.
Hernández - Café y Cultura